Los Concejos y Comunales son restos del llamado derecho
germánico, derecho de colectividades libres que gobiernan un territorio
común, vecinal o grupal. Sobre él gobiernan de forma asamblearia: un
vecino, una voz, un voto. Un derecho frontalmente opuesto al derecho
romano que hemos heredado, basado en la propiedad privada, la cual
favorece a ultranza, hasta el punto de favorecer la disolución de las
comunidades de bienes en nuestro Código Civil. Un artículo de Carlos Lamalfa Diaz, integrante de la mesa redonda sobre los bienes comunales.
Donde aún se conservan los Concejos (reciben también otros nombres)
son pueblos con un amplio territorio comunal, generalmente con amplios
montes arbolados y con zona de pastos, que gobiernan colectivamente. A
través de la asamblea vecinal y las Ordenanzas gobernaban (es difícil
hablar en presente ya que ciertos bienes como las aguas ya han sido
expropiados de facto) el territorio y su aprovechamiento: los montes y
sus frutos, como los pastos, las leñas, la recolección de los frutos
silvestres, las aguas…Asimismo se autogobernaban sobre otras cuestiones
como las fiestas, trabajos colectivos ( Huebra, adras…)…Un ar
Todo esto se ha ido expropiando por los distintos poderes
representativos (democracia indirecta ó dirigida) y a la vez de irse
suprimiendo gran parte de su territorio a través de amortizaciones y
requisas varias, se ha ido reduciendo en cuanto a control de ciertos
recursos (el agua por ejemplo; ahora la recolección de setas desde las
diputaciones por poner otro ejemplo). Pero sobre todo se ha ido
reduciendo su soberanía (por ejemplo: la inmensa mayoría de montes
comunales se declararon de Utilidad Pública y su gestión se lleva desde
las Comunidades Autónomas). El cambio más dañino en relación a la
calidad democrática de su autogobierno ha sido el suprimir los Concejos y
convertirlos en Juntas Vecinales, juntas administrativas de
representación en las que 3, 5 ó más vecinos son elegidos en las
clásicas elecciones y funcionan en representación como los
Ayuntamientos. Esto ha llevado, agravado por el vaciamiento demográfico
de los pueblos, a funcionamientos caciquiles, como el resto de poderes
representativos de otras entidades.
Con todo, los pueblos que rigen sus comunales, mantienen su economía
saneada y sus bienes incólumes. La organización comunal es la única
forma política real que parece ofrecer una fórmula para redirigir la
actual orgía financiera que subyuga los pueblos, somete a las gentes y
siembra miseria, enfermedad y sometimiento del hombre por el hombre.
La ley Montoro es inconstitucional por vulnerar el art. 1 de su
Constitución (“la soberanía procede del pueblo y bla bla blas”) y
vulnera el art. 132 que obliga, como mínimo a que citada ley deba ser
orgánica (“la ley regulará el régimen jurídico de los bienes de dominio
público y de los comunales, inspirándose en los principios de
inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad, así como su
desafectación”). Solo se inspira en los principios de Monsanto y el
resto de los dirigentes del agronegocio (su ley: una tierra enferma con
sulfatos, herbicidas, químicos… para una población enferma que a su vez
consumirá nuestros venenos farmacológicos establecidos en Vademecum).
Ante esto ningún partido ha interpuesto ni siquiera una demanda por
inconstitucionalidad. Todo ello por el principio que rige el Parlamento:
ó cazo ó descerrajazo.
Estamos, por tanto, ante una cuestión que no es solamente económica,
ni tan siquiera este aspecto sería el más importante. Las Juntas y
Concejos se autogobiernan directamente por los vecinos. Son libres.
Están compuest@s por hombres libres. Y esto, en un mundo donde el poder
político, controlado mediante estructuras piramidales, apoyado por el
control de los medios de comunicación de masas, tiene sometidos a los
súbditos, no lo puede permitir. Es un sometimiento a los restos de
ámbitos libres que aún perduran, en este caso resto del derecho
germánico de colectividades en donde lo colectivo tenía mayor peso que
lo individual. Se persigue la pauperización y posterior esclavización
del campo.
La deflación a que nos tienen sometidos los amos invisibles y oscuros
del mundo y en la que estamos inmersos gracias a nuestros políticos
representativos y por tanto a nuestra propia insidia y pasividad, tiene
como causas, entre otras, el sometimiento a la forma de cultivo impuesta
por las grandes corporaciones (que dirigen eso que llaman mercados) que
gobiernan el mundo, subyugando nuestras ilusorias instituciones
políticas, auténtico abrevadero de los hombres más mezquinos.
A base de usar químicos para “preparar” la tierra, fertilizantes
químicos para alimentar las plantas, sulfatos para matar todo lo que
perjudique la superproducción de los monocultivos, herbicidas y
productos químicos para quemar, por ejemplo, las plantas de la patata.
Todo ello para atormentar la tierra y producir, mediante la
consolidación progresiva de grandes propiedades controladas
financieramente, unos alimentos totalmente contaminados que, junto a los
medicamentos químicos en gran parte de importación y la negativa de los
gobernantes a introducir las medicinas alternativas en nuestro sistema
de salud, desemboca en nuestra realidad social: una población pasiva,
sanitariamente contaminada y física y mentalmente enferma. Aquietada y
centrada en “sus” males.
En conclusión: vienen a por los restos del antiguo mundo libre. Es
una desamortización en toda regla. Lo que es aún peor, pretender
suprimir la poca soberanía popular que mantenemos en nuestros pueblos.
Han llevado una labor paulatina de expropiación y modificación legal y
lo que no pudo hacer su antecesor lo llevan a cabo sus herederos,
esencial, aunque no únicamente los denominados socialistas y populares,
esos que se engloban (y pronto veremos como una realidad fáctica) en las
siglas PPSOE.
Solo una vuelta al campo de savia joven, recogiendo los principios de
solidaridad y colectivismo puede frenar, desde el último bastión de la
soberanía popular, lo que aparece como finiquito de la libertad, tanto
individual como colectiva.
No pasarán. Aquí nos encontrarán.
Carlos Lamalfa Diaz
Extraído de Diario de Vurgos
No hay comentarios:
Publicar un comentario